Sobre Halloween
Probablemente llegaste a este enlace porque te ocurre lo mismo que a mí: profesas el catolicismo y, si fuiste catequista en tu adolescencia como yo, aún más nos comprendemos. La versión que yo tenía sobre el origen de Halloween era similar a prácticas atroces de quienes se confiesan adversos al cristianismo. Sin embargo, la versión original y no influenciada es que Halloween se practicaba hace más de 2,000 años en Irlanda, el Reino Unido y Francia. Los celtas marcaban el final de la cosecha y el inicio del invierno, y creían que el 31 de octubre el mundo de los vivos y el de los muertos se debilitaban, por lo que su celebración iba acompañada de hogueras, disfraces hechos de pieles de animales y sacrificios. Tranquila, no eran sacrificios humanos.
Con la llegada del Imperio Romano, la festividad se mezcló con celebraciones romanas. En el siglo VIII, la Iglesia Católica designó el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, y la noche anterior, conocida como All Hallows’ Eve, se convirtió en Halloween. Con el paso del tiempo, los irlandeses llevaron esta celebración a Estados Unidos y se popularizó.
Desde una perspectiva psicológica, participar en festividades como Halloween puede tener beneficios importantes para la salud mental. Al permitirnos explorar nuevas identidades y liberarnos de nuestras rutinas diarias, el disfrazarse o participar en actividades creativas promueve el bienestar emocional, reduce el estrés y mejora el ánimo. Celebrar esta fecha en un entorno familiar o social fomenta la conexión emocional y fortalece los vínculos afectivos, algo fundamental para una salud mental positiva. La expresión creativa y el juego, incluso en la adultez, son herramientas valiosas para gestionar emociones y reforzar nuestra resiliencia.
Así que, si te ocurre como a mí, que todavía no te gusta la sangre y el mundo del horror, pero te gusta pasar un buen rato, existen miles de opciones para disfrazarte o hacer “cosplay” la noche de Halloween y los días previos. No es imperativo usar disfraces horríficos; hay opciones muy divertidas, y, si tienes niños, es una oportunidad única para disfrutar en familia. Si eres de las que ama decorar y te sientes tentada, no lo dudes, ¡diviértete! La fe es algo muy personal, y la esencia de la fe cristiana es hacer el bien y amar. Ponerte disfraces alegres y compartir con familia y amigos nunca será algo horroroso.